Cuando recibimos hace unas semanas el nuevo disco del sello soul Daptone Records, autotitulado 'Orquesta Akokán', la emoción de ser testigos anticipados de un renacimiento musical afrocaribeño nos sobrecogió de una manera excepcional que ya estaba lejos en nuestro recuerdo. No era el disco nuevo que trae un par de temas memorables o acaso un éxito radiable. se trataba de una revelación acerca de como en la actualidad, en pleno siglo XXI, la música puede ser auténtica, original y dejar huella, sin apartarse de la raíz, respetando el origen.
Sólo para comenzar esta breve reseña, el sonido que resulta de haber sido grabado en el Estudio Ciento Uno (Areito Studio 101) dentro del complejo de grabación EGREM en el centro de La Habana, Cuba, la Zona Cero de la música cubana y construido a principios de la década de 1940 con especificaciones exactas de audio y que ha sido el anfitrión de casi todos los músicos cubanos notables durante casi 75 años, le da una identidad que trae a la mente la Cubanía más pura. Es el lugar de la identidad musical cubana, donde danzan los espíritus ancestrales.
Es curioso que una disquera como Daptone Records, especializada en soul norteamericano (Amy Winehouse, Sharon Jones, Charles Bradley, entre otros), se interesara por una banda cubana que interpreta temas cantados en español, pero, aún así, es la responsable de sacar a la luz este proyecto con nombre Yoruba, que significa "desde el corazón". El álbum 'Orquesta Akokán' tiene un ambiente meticulosamente respaldado en el sonido análogo y esta es la base de su particularidad, mucha alma y sentimiento se ven envueltos en este disco.
El vocalista cubano José "Pepito" Gómez, ex vocalista de Las Maravillas de Florida, la Charanga Latina, Colé Colé, Pupy y los que Son Son, y que llegó a cantar en Nueva York con Guasábara Combo de Luguito y en ocasiones reemplaza a Papote Jiménez en Los Hacheros, y quien es considerado por algunos críticos como la mejor voz de de la música cubana, junto al productor Jacob Plasse (Tresero de Los Hacheros y apasionado del sonido de Arsenio Rodríguez) y el arreglista Mike Eckroth (Antropólogo musical, admirador del sonido de la Banda Gigante de Benny Moré, del que hiciera una tesis de grado para la Universidad de Nueva York) se juntaron en un tributo muy honesto a las big bands cincuenteras del siglo XX, esos poderosos bulldozers rítmicos tan memorables, y en una sesión de tres días, con la banda tocando completa, grabaron esta producción: nueve temas con el más refinado sabor del mambo, ese que se debate entre la paternidad de Pérez Prado o Machito, ese sonido que hizo entrar en una fiebre sincopada al mundo entero que no paraba de bailarlo en su época de oro.
Hay una complejidad rítmica y armónica en este disco, y aparentemente parece simple, tal vez por la perfección con que es interpretada y que nos genera la similar emoción que nos despertaron en su momento Tito Puente, Machito o Pérez Prado. Aparte de esto, la reverberación natural del estudio 101 es particularmente fascinante combinada con la madera y los cueros, redundando esto en beneficio de los 9 temas del álbum, especialmente en "Cuidado Con El Tumbador", una pieza muy bailable y humorística que es muestra de esto.
A esto debe sumarse la naturalidad con que Pepito se ve envuelto por los arreglos y la producción, lo que genera un sonido de Nightclub en la década de 1950.
Otro ingrediente particular del disco es que no se grabó como se estila en la actualidad, por secciones, más cómodo para un ingeniero que poner a sonar la orquesta en pleno. Y he aquí el papel importante de Jacob Plasse y Michael Eckroth. Plasse quiso evitar la intermediación digital y logrear un sonido muy orgánico. Esto puso a Ecktoth en unas condicones ideales para la producción. Y es que mo es la primera vez que Plasse y Eckroth trabajan juntos. Su larga relación, dio origen a Chulo Records and Productions, sello neoyorquino que ha grabado piezas fundamentales en la actual música afrocaribeña y latiniamericana como los discos de Peliroja, Los Hacheros, Melaza o el mariachi Flor de Toloache, todos grabados en cinta análoga.
El 7 de noviembre del año pasado llegaron a los estudios de La Habana, tan grandes como un gimnaasio, en palabras de Plasse, con la idea de grabar el disco, pese a las dificultades, los cortes de luz o la particular realidad socioeconómica de la isla. Con un micrófono por instrumento y cada músico o sección con espacio de por medio, el resultado es que se siente el aire en el cuarto: las trompetas y las percusiones atrás, los saxofones y las voces delante. Todo un delicado banquete musical, producto de la cordinación en el trabajo en los arreglos de Mike Eckroth y el ingeniero de grabación.
Los temas todos están tremendamente buenos. Recomendado al 100.9%. Se trata de un álbum hecho con mucha creatividad y amor. Punto para Daptone Records con este homenaje a la historia y al futuro de la música caribeña.