Por: Martín Gómez V.
José Luis Cortés habla despacio y en voz baja como midiendo las preguntas. Es muy observador. Pero el tono de su voz cambia cuando tiene que afirmar algo con contundencia. Por ejemplo, él es un convencido de que los medios exageraron con lo de Buena Vista Social Club. Considera que el mercado aprovechó el documental de Ry Cooder para tapar lo que realmente se vivía en Cuba con la timba. Y eso, incluso, caló en algunas autoridades. ¿Por qué crees que el casco histórico de La Habana no se escucha timba sino solo están esos grupitos de música tradicional para los turistas? se pregunta.
El músico cuenta que a mediados de los 90, cuando el mundo ‘descubría’ a Compay Segundo y su Chan Chan, ellos tuvieron un cónclave donde participaron casi todos los directores de orquestas bailables, incluido Juan Formell. Fue allí que deciden armar el festival Team Cuba, donde dieron a conocer todo lo que realmente estaba sonando en La Habana. Llenaron plazas y pistas de baile con la timba. Y El Tosco no duda un segundo cuando con dureza califica a Buena Vista Social Club como “una mentira maldita”.
Entonces usted está convencido que lo de Buena Vista Social Club empañó el trabajo de las orquestas bailables de los 90.
Totalmente. Lo empañó en todo, eso fue mediático. Ry Cooder es un buen músico y muy experimental. Pero ese documental fue una lápida. Y los músicos de Buena Vista aprovecharon eso, les facilitaron las visas y puedes darte cuenta de la escenas que crearon. Uno de ellos sale parado frente al museo de cera en Nueva York y dice: “Oh qué lindo, si hubiera podido traer a mi mujer aquí….”. No joda. Allí se ve una pila de cosas, había un mensaje, una intención. Eso se hizo en contra de la nueva música de Cuba.
Usted ha viajado por todo el mundo. ¿Por qué no probó una oportunidad en los Estados Unidos?
Es que yo necesito del aire y el sudor de los cubanos para hacer música, eso es lo primero. Después, yo no bajo la cabeza. Y, por eso, hemos pasado muchas cosas.
El mercado americano depende mucho de las compañías disqueras y, en mi opinión, la única agrupación que tuvo acogida fue la Sonora Matancera y varios de los músicos que se fueron detrás de ese boom. Ellos hicieron vanguardia de los cubanos del exilio. Celia Cruz lo aprovechó muy bien.
Celia algunas veces se bajó de la tarima cuando sabía que en alguna tarima también tocaría Van Van.
Sí, claro. Eso nos pasó en Colombia y en Barquisimeto, Venezuela. Ella decía que si van a tocar los cubanos estos, yo no toco.
¿Y ahora qué piensa de Celia Cruz?
Yo creo que es la más grande del mundo. Y hoy, con el uso de la razón y la experiencia, puedo decirte que, independientemente de los conceptos políticos, está el concepto artístico. Eso está por encima de todas las políticas. Por ello, para mí es una reyna de verdad. Es una figura muy importante para la música de Cuba y la mantuvo viva.
En su opinión, los músicos cubanos que emigraron en los 90 no lograron lo que sí consiguieron en los 50.
Eso es definitivo. Manolin, el Médico de la Salsa, tiene una frase que es muy cierta: “Miami es el cementerio de los músicos cubanos”. Mira a todos los que se han ido y no han levantado (vuelo). El mismo Issac Delgado, que cuando estuvo la cosa mala, tuvo que virar otra vez para La Habana.
¿Sudamérica se ha perdido el mejor momento de la timba?
Creo que sí. América Latina se la perdió. Los cubanos de mi generación tenían problemas con las visas y muchas trabas más. Y apunta esto: la música popular cubana tuvo una evolución musical única en el mundo entero. Y, lamentablemente, no se dio a conocer en su momento. No había modo de trasladar esa música. Los problemas eran tanto a nivel discográfico como a nivel audiovisual.
Digamos que el bloqueo hizo lo suyo.
Es que el bloqueo más grande que ha habido en Cuba no fue el de la comida, sino el de la música.
Aunque el bloqueo también ha venido desde adentro.
Sí, tengo un disco completo que me fue censurado. Y ya me cansé de contar las canciones…(risas).
Sin embargo, usted no se ha cansado de ironizar con las cosas que ocurren en La Habana.
Pero claro. Incluso le saqué un corito a Eusebio Leal, el alto dirigente del Gobierno e historiador de la ciudad. Le canté: No me dejan tocar en La Habana Vieja, porque Eusebio Leal no me deja…Y todos se mataban de risa. Es que él quería que toque zarzuela. Y, coño, yo hago timba.
Imagino que esto también ocurre porque estas personalidades de la cultura aún ven a la timba como un sonido chabacano o marginal.
Felizmente, gracias a los muchachos que hacen reguetón, hoy ya nos han quitado el cartelito ese de marginal. Ahora mismo yo soy Shakespeare o Cervantes…(risas).
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