Escrito por Raúl Silva
El jazz latino, no requiere mucho más definición que la implícita en su propio nombre, refiere a aquellas variantes que fusionan el jazz con diferentes géneros y formas musicales propias de los países de América Latina.
Desde principios del siglo XX ya se incorporaban elementos latinos en la llamada música hot. Ritmos como la habanera, la contradanza o el fandango por ejemplo, eran comunes en la música de Nueva Orleans. Cuando a fines de los años 20 y principios de los 30, la música latina comienza a impactar en el mercado norteamericano, comienzan a versionarse clásicos de diversos estilos (tangos, sones, rumbas, etc) por músicos de jazz, aunque sin la suficiente influencia como para constituir aún un estilo propio.
Afro-Cuban-Jazz
No es hasta principios de los 40, que con la aparición de lo que se conocería como jazz afrocubano y luego en los años 50 con el auge de la bossa nova en Brasil que el jazz comienza a desarrollar una vertiente fuertemente influenciada por los ritmos latinos, en especial estos dos y a dar origen a lo que será el jazz latino (latin jazz) que tendrá gran aceptación e influencia mutua, tanto en artistas latinos como norteamericanos y hoy en día a nivel mundial.
En la actualidad, la fusión del jazz latino se da con una gran variedad de ritmos y géneros. Pero es sin dudas con el surgimiento y auge del jazz afrocubano que se marca el inicio.
El jazz afrocubano (afro cuban jazz), surge en la década de 1940, a partir de la fusión del bebop y los ritmos cubanos, principalmente con el son montuno. Para ese entonces, se daban paralelamente, por un lado, la incorporación de músicos latinos (principalmente caribeños) a las big bands de swing en EEUU, mientras que en Cuba, algunos músicos comenzaban a generar la fusión, en encuentros similares a lo que hoy conocemos como jam sessions, donde el intercambio y la improvisación abrían camino para la experimentación.
El disco Tanga, de los Machito’s Afro-Cuban, editado en 1943 con los arreglos de Mario Bauzá es considerado el primer disco de jazz afrocubano, marcando la consolidación del nuevo estilo.
Es entonces cuando se establecen pautas más definidas sobre la conformación de las bandas, donde en lugar de simplemente incorporar un percusionista un percusionista latino al esquema tradicional, se añaden secciones completas de percusión con músicos capaces de interactuar con los bateristas jazzeros tradicionales, y donde el contrabajista debía dominar libremente ambos estilos.
La evolución de esta nueva música en la isla, se ve fuertemente ligada al desarrollo político de la misma y con la revolución, el jazz es renegado por las autoridades por considerarse “una música imperialista” y en tanto esta música perdía su espontaneidad y popularidad, como contrapartida sus músicos se profesionalizan. En esto juega un papel muy importante la Escuela Nacional de Arte, inaugurada en 1962, que buscaba una “moralizar” y hacer más erudita la cultura popular. Allí se formaron artistas de la talla de Paquito D’Rivera, Arturo Sandoval, Enrique Pla, Emiliano Salvador, Gonzalo Rubalcaba, hoy son referentes indiscutibles a nivel internacional.
Luego de un largo proceso interno, la nueva música denostada como “herejía musical” o “monstruo híbrido” fue ganando su espacio dentro de la isla y generando una proyección internacional muy fuerte, de la mano de bandas como Irakere que marcaron un hito en los años 70, fusionando ya no solo el jazz tradicional y los ritmos cubanos, sino también el rock o la música clásica.
Hoy en día el jazz afrocubano ocupa un lugar de privilegio y siguen surgiendo grandes nombres en la escena del jazz, provenientes de Cuba, que no dejan al margen sus raíces.