Por Aurora Rivera Arguinzoni
PEÑUELAS (PR) - En esta época en que tanto se habla de fomentar la agricultura, de crear huertos caseros y desarrollar el carácter emprendedor de cada persona para reactivar la economía, ¿qué tal cultivar güiros?
La Real Academia Española define güiro como “planta que da por fruto una calabaza de corteza dura y amarilla cuando se seca”, pero también define el término como “instrumento musical popular que tiene como caja una calabaza de güiro”.
En Peñuelas le llaman al fruto marimbo, pero se trata de lo mismo, y cuando uno de estos cae en las manos del artesano y güirista peñolano Frankie Pérez queda convertido en una obra de arte.
Pérez compartió su estrategia de cultivo, de modo que si usted consigue un par de semillas, ¡póngalas a producir!
“Es bueno dejarla remojada un día o dos, se tira la semilla y ella revienta”, indicó sobre la preparación de la semilla y el modo de plantarla.
Debe ser tirada cerca de una verja o estructura en la cual la planta pueda enredarse, y donde reciba sol. “Es más del sol que de la sombra”, apuntó Pérez sobre la planta.
“Es bueno sembrarla el tercer día de menguante, cuarto menguante, y echarle bastante agua una vez en semana. Los güiros, cuando están en desarrollo, pequeñitos, no se deben tocar, son bien delicaditos”, advirtió el músico.
Señaló que cuando la intensidad del color verde del fruto se torna más claro, puede apretarse hasta corroborar que está lo suficientemente duro para ser cosechado. Entonces, se corta el vejuco que sostiene el marimbo, se le quita la piel y se deja secar en sombra, en un lugar donde reciba suficiente aire. En unas tres semanas estará listo para ser convertido en instrumento musical por un maestro artesano como Pérez, quien prefiere no ahuecarlos.
“Yo prefiero dejarlos sellados. Escojo algunos para semilla, pero la mayoría prefiero dejarlos selladitos con todo adentro, (el material adentro) filtra el sonido, lo mejora”, reveló.
Finalmente, con una lija triangular, el artesano marca dos márgenes a lo largo del güiro y va tallando finas líneas horizontales de un margen a otro que serán las que luego producirán el característico sonido del instrumento al ser raspadas o guayadas con un varillero, conocido como raspa o puya.
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