Cuando Luis Guillermo Texidor Ortiz -más conocido como Luigi Texidor- tenía 19 años de edad, se unió al Ejército de los Estados Unidos y fue a combatir a la guerra de Corea. Durante un breve lapso fue trasladado a Alemania, donde conoció a Elvis Presley, el Rey del Rock and Roll. Luigi ya tenía una imagen formada del joven ídolo de Mississippi, quien ya le había dado media vuelta al mundo con sus pegajosas canciones.
En su humilde casa de Santa Isabel, en la colonia Florida de Puerto Rico, Luigi ya había dado sus primeros pasos como músico. Golpeaba tablas y latas como si fueran baterías, e improvisaba letras cargadas de humor, a las que su padre respondía con cómplices sonrisas.
La familia era muy pobre. Los padres eran obreros y Luigi se la pasaba de la escuela a la casa y viceversa, siempre pateando alguna piedra o agitando una rama para entretenerse.
Quedó huérfano antes de cumplir la mayoría de edad, y por eso se unió a la milicia gringa. Su carácter se hizo fuerte, pero jamás perdió la alegría de vivir. Se la pasaba mirando el mar, imaginando cómo serían esos otros países que aparecían en los libros de historia y de geografía que le mostraban en la escuela.
Su año con el Ejército del Tío Sam fue para él toda una epifanía, y no sólo por Elvis Presley, sino también por otras corrientes musicales que le enseñaron sus compañeros. Aprendió del blues, del country, del foxtrot y del jazz. Le contaron de Marvin Gaye, de Danny and the Juniors, de Paul Anka, de Buddy Holly, y el joven boricua se dejaba llevar por cada ritmo como si fueran canciones de cuna.
Cuando regresó a la Isla del Encanto, con apenas 20 años cumplidos, se metió a la Facultad de Pedagogía de la Universidad de Ponce y se hizo maestro de escuela.
Era 1956 y no le iba tan mal, pero la música lo seguía llamando, de modo que se convirtió en el percusionista de la Orquesta Hispana de Juana Díaz. Sin embargo, mientras ascendía en el mundo de los ritmos antillanos, su relación con el rock se acrecentaba, al punto de que llegó a tener una excelsa colección de vinilos de Ten Years After, Muddy Watters, Chuck Berry y Guy Mitchell, entre otros.
Cuando le daban chance se mandaba una rola de blues o de rock and roll, y cuando quería estar tranquilo, viendo las estrellas frente al mar, pasaba horas escuchando a Ella Fitzgerald y a Louis Armstrong. Le gustaba, sobre muchas otras, la canción Summertime.
Luigi logró la fama cuando fue llamado por Quique Luca y Papo Luca para ser el uno de los cantantes de la magnífica e inolvidable Sonora Ponceña. Con esa agrupación trascendió en la historia gracias a temas como Boranda, Pio Pio, Paño de Lágrimas y Bomba Carambomba. Ya tiene más de 80 almanaques a sus espaldas, pero sigue siendo tan fresco como cuando corría descalzo por las calles de Ponce. Hace pocos días estuvo en Medellín, celebrando una edición más del Festival MedeJazz. Participó del concierto de cierre y cantó las maravillosas canciones que lo hicieron visible para todo el mundo.
Puso a bailar al público con Boranda, meneándose en la tarima como si fuera el mismísimo Elvis; y exhalando estribillos al mejor estilo de Ray Charles.
Jamás la salsa estuvo tan hermanada con el rock como en el inicio de las historias de los grandes salseros, pues la mayoría de ellos, antes de pegarle a los timbales, se dejaron tentar y seducir por las guitarras eléctricas indómitas que marcaban la rumba nocturna en los clubes estadounidenses de mediados del siglo XX.
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