“Yo estoy aquí, todavía. ¿Dónde están los otros? Sólo quiero decir eso. Yo sigo aquí”. Esas son las palabras de José Víctor Sánchez, el gran Papo Sánchez, quizás el cantante más emblemático de la orquesta Apollo Sound de Roberto Roena.

“Tu miras mi pelo y qué piensas”, me pregunta Papo tras bajarse del escenario de Plaza Mayor, tarima en la que acaba de dejar su inigualable sello, cantando los éxitos de la Apollo, en el cierre de MedeJazz 2017.

“Tú sabes que yo tengo el pelo largo porque siempre he sido rockero. Yo crecí escuchando los Beatles, allá en mi casa del Hatillo, en Puerto Rico. Me gustaban tanto que incluso formé un grupo de rock con mi hermano Ramiro. Le pusimos La Conquista, aunque no conquistamos nada”, narra el genial vocalista de espumoso bigote, al mejor estilo de los galanes de la televisión ochentera y setentera.

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Viéndolo bien, y si no fuera por su pelo negro, diría que tiene un aire a Bob Seger.

Papo, al igual que sus siete hermanos, y en general todos los niños y jóvenes del Puerto Rico de comienzos de los años sesenta, conoció la música de habla inglesa gracias al mar, a ese mar de olas plateadas que de vez en vez dejaba noticias del primer mundo ancladas en la playa. Y es que una tarde, mientras caminaba por la arena, persiguiendo cangrejos, Papo se encontró una caja con sellos y colores de la bandera estadounidense. La abrió y descubrió dos álbumes hermosos, ambos de los Beatles. Uno decía Yellow Submarine y el otro Revolver. Se los llevó a casa y los puso a rodar en el tocadiscos de su padre, y se enamoró de esos sonidos eclécticos con tintes de soul, blues, jazz y rockabilly, pero con una particular mística que luego, siendo estudiante de la escuela José Limón de Arce, describió como “estilo beatle”.

Pero a pesar de aprenderse Hey Bulldog u All Togheter Now completas, Papo no encontró público para su rock borinqueño, y La Conquista fracasó antes de que alguien la oyera por fuera de El Hatillo.

Ya eran tiempos de la Sonora Matancera, de Pérez Prado, de Cortijo y su Combo y de Machito, y entonces a Papo no le quedó otro camino que seguir el camino de sus ancestros. Se hizo salsero, se hizo cantante, y se unió a la Orquesta de Roberto Soler.

Sin embargo, en ese camino de congas y timbales conoció a otro joven soñador y rockero como él. Conoció a Roberto Roena, quien tenía más kilómetros en la música, pues ya había tocado con el Gran Combo de Puerto Rico, con Cortijo y su Combo y con Los Megatones.

El conguero bailarín de Mayagüez estaba formando una nueva agrupación: la Apollo Sound, y necesitaba cantantes. Papo le dio el sí en la primera reunión que tuvieron, pues durante ella Roena lo dejó escuchar éxitos de los Animals, de Cream y de un grupo me dio soul, medio acid jazz llamado Blood, Sweet and Tears (BST), del que más tarde extractarían sonidos para convertirlos en salsa.

“Yo estoy buscando un sonido nuevo, algo que sea diferente, algo con trompetas, trombones y saxos”, le explicó Roena mientras tarareaba Spinning Wheel, la canción más importante de BST.

De esa forma inició la historia de una de las bandas más importantes de la música salsa en todos los tiempos. Con Papo en el micrófono, la Apollo subió como espuma en las listas latinas, con éxitos que hasta hoy son leyenda como Marejada Feliz, Guaguancó del Adiós y Mi Desengaño. Cuarenta años permanecieron tocando juntos, hasta 2014, cuando Papo decidió, por fin, empezar una carrera como solista. “Ya me quería ir, por mí, por los fans, por la familia. No éramos una banda de rock, pero llegamos a excesos peores que los Rolling Stones”, cuenta el cantautor, padre de Natalia, una joven flautista de 21 años de edad, radicada en Estados Unidos, y esposo de Rosalí, a quien conoció en uno de tantos conciertos.

Y aunque su vida ha estado ligada a la salsa desde “pollito”, Papo jamás se ha olvidado de su gran amor, el rock and roll, y por eso, en medio de la euforia de MedeJazz 2017, tiró un escandaloso anuncio: “Vuelvo al rock, y montaré un grupo en honor a los Beatles. Lo llamaré Yellow Submarine”.

Foto: Cortesía Medejazz 2017

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