Por: Ossiel Villada, jefe de redacción online El País
¿Y si Celia no hubiera aceptado? Algunos amantes de la salsa neoyorquina son felices contando esta historia más o menos así: “Celia Cruz no tenía nada qué ver con la Salsa cuando a Larry Harlow se le ocurrió que la cantante que mejor podía interpretar el tema ‘Gracia Divina’, de su ópera ‘Hommy’, era ella. Entonces la llamó y le pidió que viniera desde México, donde ella vivía, para grabarlo. Cuando Celia llegó al estudio no había ensayado el tema, ni siquiera lo conocía. Pero en pocos minutos se lo aprendió y en solo la primera toma de la grabación sacó la versión final que se escucha en el disco. Allí todo cambió para ella. Sin ‘Gracia Divina’, Celia no habría llegado a ser lo que fue”.
Es otra de esas versiones románticas de la historia de la Salsa, que se caracterizan por mostrar grandes acontecimientos más como el fruto del azar y la ‘cheveridad’ de la rumba, que como resultado del trabajo, la inteligencia, la audacia y la ambición de sus protagonistas.
Por eso cabe perfectamente la pregunta del inicio: ¿Y si Celia no hubiera aceptado la propuesta?
Pero empecemos por el principio. ‘Hommy’, la obra maestra que fusionó la Salsa con la Ópera y la única de su tipo que se ha grabado y presentado públicamente en toda la historia de la música afrocaribeña hasta el día de hoy, no es una idea original.
Fue creada por dos grandes artistas: el multi instrumentista Larry Harlow, quien se encargó de toda la estructura musical de la obra, y el cantante y compositor boricua Genaro ‘Heny’ Álvarez Domenech, quien fue el responsable de toda la estructura narrativa.
La idea la tomó ‘prestada’ Harlow de otra ópera que se había hecho en 1969, pero en el ámbito del rock, llamada ‘Tommy’. Esta fue concebida y grabada por la legendaria banda inglesa ‘The Who’. Y cuando se convirtió en un éxito, a Harlow se le ocurrió hacer algo similar.
Era una idea riesgosa: Ópera para un pueblo que venía de la guaracha, el mambo, el cha cha chá, y tantas otras cosas populares que empezaban a cocinarse juntas para dar paso a una fusión que el mundo conocería después con la marca comercial de ‘Salsa’.
Pero ni Harlow amaneció un día tocado por el genio de la lámpara, ni el asunto le resultaba desconocido. Lawrence Ira Kahn, más conocido en el mundo de la Salsa como ‘el judío maravilloso’, había estado expuesto desde niño, y de forma natural, a la extraña conexión entre ambos extremos.
Su madre era una cantante de ópera en Nueva York y su padre un bajista que tocaba con las orquestas del barrio latino. A los 5 años empezó a tocar música clásica en el piano, estudió en la Music and Art High School, aprendió a tocar el oboe, el corno inglés, la flauta, el bajo, el vibráfono y varios instrumentos de percusión. Y luego, a todo eso, le sumó en su juventud una estancia temporal en Cuba, donde terminó de enamorarse de la música de Arsenio Rodríguez.
Pero en 1972, cuando empezó a maquinar la idea de una ópera en Salsa, no solo lo movía el interés artístico. Para entonces, Fania ya se consolidaba no solo como el principal sello de la música afrocaribeña en Nueva York, sino también como el más lucrativo negocio del empresario Jerry Masucci, del cual la Orquesta Harlow era parte.
Y para que la máquina registradora siguiera sonando, debía alimentarse constantemente con propuestas frescas. Solo por esa razón, Masucci aceptó apoyar la extraña idea de Harlow.
Las cosas estuvieron claras desde el principio para Harlow y ‘Heny’: ‘Hommy’ no sería una fiel copia de ‘Tommy’. Solo se parecerían en una cosa: la dramática condición del personaje principal de la historia.
‘Hommy’ es un niño que nace ciego, sordo y mudo, pero que tiene un talento sobrenatural para la percusión. Y que, contra todas las adversidades, la incomprensión de su padre y la incredulidad de una sociedad dominada por el vicio, logra convertirse no solo en una superestrella de la música, sino también en una especie de profeta que trae un mensaje de salvación para su pueblo.
‘Heny’ Álvarez dividió la obra en dos actos y nueve interludios y concibió apenas siete personajes para contar la historia, de los cuales solo uno es mujer. Este no es el único reflejo que hay en ‘Hommy’ de la subvaloración del rol de la mujer y la supremacía del papel del hombre, que históricamente han marcado a la música popular afrocaribeña. En el primer corte del disco se celebra que el bebé que ha llegado al mundo es un “varón de macho”.
En 1973, cuando todo el proyecto estuvo listo en el papel, Harlow convocó a un pequeño grupo de artistas que ya eran estrellas de la música latina para que dieran vida a la historia.
El único desconocido era Junior González, quien personificó a ‘Hommy’; Pero Justo Betancourt encarnó a su padre; Cheo Feliciano a su tío José; Adalberto Santiago al doctor que cuida la salud del niño, Heny Álvarez, además de ser el narrador, es el heladero del barrio; Pete ‘Conde’ Rodríguez es el ‘elemento del bonche’ que refleja al pueblo vicioso que desdeña el mensaje de ‘Hommy’. Y Celia Cruz fue la encargada de dar vida a ‘Gracia Divina’.
El título del tema es, en realidad, una de las muchas metáforas que utiliza la obra para plantear una reflexión sobre la discriminación que sufren los latinos en Estados Unidos, y sobre la necesidad de acoger el mensaje bíblico de la salvación. ‘Gracia Divina’ es la mujer que se enamora de ‘Hommy’, pero ante todo es la personificación del Don que dios le dio a uno de sus profetas.
Celia, es cierto, hasta entonces no había tenido contacto con lo que después se conocería como Salsa. Pero en 1973 no era ninguna desconocida para el mundo. Había labrado un rutilante camino de triunfo junto a la Sonora Matancera, ya era un referente obligado de la música cubana para toda Latinoamérica y en Nueva York ya había iniciado una nueva y exitosa etapa como solista junto a grandes orquestas como la de Tito Puente.
Pero hasta entonces, no era la reina. Ese título, en el ambiente de Nueva York, lo ostentaba de tiempo atrás otra cubana de canto aguerrido que, como Celia, también había sabido abrirse camino propio en un mundo dominado por los hombres: La Lupe.
Masucci y Harlow tenían claro que si el sello Fania quería arrebatarle a Tico Récords el dominio del mercado de la música latina en Nueva York, debían apostar por una figura femenina capaz de hacerle contrapeso a La Lupe.
Celia no sabía muy bien lo que podría significar para su carrera cantar un solo tema en un experimento de ópera salsa, pero tenía claro que ella no iba a cantarlo si no le ofrecían un contrato de largo plazo.
Harlow contó mucho después que previamente le había enviado a Celia a México un ‘cassette’ con la maqueta de ‘Gracia Divina’. Pero reveló que se enojó porque cuando llegó a Nueva York no la llevaron a las oficinas de Fania para discutir un negocio, sino directamente a los estudios Good Vibrations Sound, donde el ingeniero Jon Fausty tenía todo listo para que ella grabara.
Finalmente, Celia y Masucci negociaron ese mismo día. Y Harlow contó así en una entrevista lo que pasó después: “Esa versión que está en el disco fue la primera y la única que se grabó. Celia no ensayó nada, se disparo todo el numero desde arriba, completo, sin equivocarse, sin repetir nada. Yo nunca vi a alguien igual, sólo ella hace eso… Olvídate, Celia es única, la mas grande”.
La ópera salsa ‘Hommy’ es un extraño, gigantesco y magnífico edificio musical que sobresale en el paisaje de la historia de la Salsa. Pero ‘Gracia Divina’ es la joya más valiosa que guarda. Es allí donde el intento de fusionar una orquesta que suena en clave cubana con una orquesta sinfónica, alcanza su máximo brillo.
El poderoso montuno creado desde la orilla de la Salsa, el soneo preciso y sabroso de Celia y el explosivo arreglo creado por Larry Harlow y Marty Sheller para fusionar cueros, timbal, vientos y violines durante casi un minuto y medio en el mambo, le confieren una potencia ciclónica que no se alcanza en ningún otro corte de la obra.
Algunos teóricos reseñan la influencia de Beethoven en la propuesta que Harlow hizo para acercarse a la música clásica. Pero al escuchar ‘Gracia Divina’, resulta inevitable asociarla con otras fuentes de inspiración, como el épico cuarto movimiento de la Sinfonía del ‘Nuevo Mundo’ de Dvorak.
¿Y si Celia no hubiera aceptado? Es cierto que el contrato que firmó ese día la convirtió en la reina, única, definitiva y eterna, del universo de la Salsa. Pero si no hubiera cantado en la ópera ‘Hommy’ de Harlow también lo habría logrado. Porque en ese momento Fania necesitaba más de Celia, que Celia de Fania. Y basto esa grabación sin ensayos para que Masucci supiera que ella, solo ella, tenía la ‘Gracia Divina’.
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